Oh capitán, dame pan...
Cuando el día llegue, ya nos veremos
mi capitán, y te saludaré.
¿Qué digo? No, no, no. Te besaré
los zapatos que limpié y hablaremos.
Oh, sí, mi amado capitán, sabemos
los tres, pues que el tiempo yo encontraré,
y sí, me amarás como yo lo haré
que ni Dios amó tanto: comparemos.
Amor, amor, amor, mi capitán.
Aprovecharé el momento y bien muerto,
señor, pues ni con penas mi sultán,
disfrutarás de la vista del tuerto
que amó a su dama degustando pan
y al ser despreciado se fue al desierto.
Digo que nunca respondas no al ciego,
ya que él, entonces, te dará sosiego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario